martes, 9 de julio de 2013

The Holder of the Afterlife (El portador de la vida después de la muerte)-50

Este viaje no es para los de corazón débil, ni los retorcidos y llenos de maldad. Yo controlo las
vidas de todos los hombres, y de esos que son… inhumanos… Si todavía deseas buscarme, estate advertido que no puedes realizar esta búsqueda más de una vez.
Irás a cualquier morgue, en cualquier ciudad, estado o país. Pregunta a cualquier funerario ahí por ver a su más reciente “cliente”. Si una mirada de disgusto llegase a cruzar su rostro, agradécele por su tiempo, haz una reverencia, date vuelta y vete caminando pacíficamente de allí. Sé cuándo llegará tu tiempo así como sé el de los demás, y ese no será el momento para ti aún.
Si una mirada de comprensión se posa en su rostro, dejará la habitación y regresará con un gran, largo cuchillo culinario francés, dos agujas quirúrgicas con hilo y una barra de oro. También traerá un cuerpo fresco y un libro de medicina.
Pon las agujas en el carrete, clava el cuchillo sobre la cabeza del cuerpo y párate viendo a la cara del cuerpo con la barra de oro en tu mano (haz lo que desees con el libro, es sólo un libro). Debes esperar hasta que el funerario deje el cuarto, que podrá tardar un poco. Antes de que se vaya mencionará el nombre científico de un sitio en el cuerpo, y dará sus despedidas.
No hagas nada hasta quedar completamente solo. Cuando sea así, busca en el libro por el lugar en el cuerpo y usa el cuchillo para abrir éste. Pon la barra de oro en esa parte y cúrala.
Sólo una de las agujas removerá completamente la cicatriz, así que escoge sabiamente. Haz todo esto manteniendo una expresión estoica en tu cara. Tras haber completado tu tarea, el cuarto quedará en la penumbra, y deberás gritar en voz clara: “¿Lo ves? He preparado un regalo para ti, toma lo que te pertenece”. Entonces yo apareceré en toda mi asombrosa gloria, y juzgaré.
Si tuviste alguna reacción en cualquier momento desde la partida del funerario hasta que las luces se perdieron, o la cicatriz sigue ahí, tu alma será mía para tomar como un obsequio, y tú también serás llevado a mi guarida. Si tu rostro se mantuvo estoico en todo el proceso, la cicatriz sanó, desenvolveré mi presencia con mi gran guadaña, buscando por la barra. Permanece con una expresión plana o te decapitaré, y habrás fallado en tu búsqueda como ya otros lo han hecho.
Cuando la encuentre, sonreiré. Y cuando sonría, una luz destellará y la habitación reaparecerá, sorprendentemente diferente. La describiré para prepararte.
La habitación estará construida a base de niños muertos, con sus cuencas vacías, y torrentes de sangre fluyendo por sus bocas. Estarán pegados juntos con una negra sustancia que lentamente les recubre. Se retorcerán y gritarán por sus padres sin parar en ningún momento. Tú no podrás cerrar tus ojos, ni mostrar emociones, o te juzgaré como no merecedor y te llevaré con Tartarus.
Habrá un bebé frente a ti, muerto, normal, con un escalpelo en su cabeza; quizá le reconozcas.
Después de medio minuto de este horror, si permaneces cuerdo, será tiempo para la tercera prueba.
Una oscura y retorcida versión de tu mundo aparecerá, habitada por los condenados. Cuando entremos en escena habrá un extraño, llano campo de rocas, con un pilar de 3 pies en el centro.
Te arrojaré un cuchillo negro grabado de símbolos. Deberás apuñalar la punta de tu dedo índice con él, pero siéntete agradecido de que he reducido el dolor que podrás sentir. Aunque la sangre nunca se coagulará en el dedo, no te quedarás sin ella, pues estás en mis dominios.
Después de eso deberás dibujarme un pentagrama con una circunferencia de 6 pies, con la punta de la estrella apuntándome a mí. Asegúrate de hacerlo bien, soy un juez despiadado.
Al terminar veré tu trabajo. Una de dos cosas pasarán:
Me giraré y cerraré mis ojos disgustado, si esto pasa, el pentagrama se prenderá en llamas. Y la sangre que esparciste por el terrero arderá, así como la que todavía permanece en tu cuerpo. Quedarás atrapado en tu propio pentagrama, tus venas quemándote por la eternidad en un agonizante dolor que jamás acabará.
O me gustará tu arte y sonreiré. Me giraré a ti y te sonreiré. Mis ojos se ennegrecerán y de mi boca saldrán pútridros zarcillos formando una espantosa sonrisa en mi rostro. Te darás cuenta que lo mismo está pasando contigo, y que te he infectado con mi virus.
Cuando el ennegrecimiento de tu cuerpo pare, será ahora de noche y deberás posar tu mirada en el pentagrama. Una audiencia demoniaca te estará observando, y tienden a partir las personas en pedazos cuando se les mira. Bailarán a tu alrededor en una ráfaga diabólica, incitándote a verles, burlándose de ti, maldiciéndote a su gusto. Si permaneces calmado, se retirarán. Cuando lo hayan hecho la oscuridad caerá en el lugar y de inmediato cierto número de candelas se encenderán a lo largo del pentagrama; cuenta y recuerda ese número, te servirá al final.
La luz volverá y serás regresado fuera de la morgue, cerca del mediodía. El corte en tu dedo habrá sanado y serán el número exacto de las candelas que dictarán cuántos días han pasado. Notarás un líquido oscuro en la tierra frente a ti, y adheriéndose a tus prendas. El virus te ha seguido. Ahora posees el poder de convocar el ennegrecimiento a voluntad, el mismo que viste en mi cara durante la tercera prueba. Todo aquel que cruce su mirada contigo cuando le invoques, será consumido lentamente por el ennegrecimiento también. Por el virus. Cada vez que lo llames, sentirás el dolor que sentiste en tu dedo, en todo tu cuerpo, incrementado diez veces. No perderás el conocimiento, pero el dolor será inaguantable.
El virus es Objeto 50 de 538. Con él, puedes ennegrecer a cualquiera, hasta a los inmortales…