En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución mental o centro de rehabilitación al que tengas acceso. Al acercarte a la recepción, mantén tu mirada baja.
Mantente inmóvil en la misma posición hasta que el empleado tras el mostrador haga un sonido, reconociendo tu existencia. Sin alzar la mirada, pregúntale si conoce al “Portador de la Soledad”. Al salir estas palabras de tus labios una intensa campanada sonará, haciéndose temblar hasta en el piso de donde estás. Cuando el eco deje de sonar podrás observar lo que te rodea.
Te encontrarás bajo un extraño cielo en un vasto y mórbido valle, sólo n frío y desolado camino que conduce al horizonte. Al instante en que tomes conciencia de esta tierra sin vida, debes empezar a moverte, porque ellos saben que estas ahí, y no se llevan bien con los forasteros.
Si las nubes se reúnen en el cielo y la oscuridad invade el camino durante tu travesía hacia el horizonte, cierra los ojos y arrodíllate. Deberás decir: “Yo no les conozco, ni tengo deseo de hacerlo. Pero mi camino está aquí y debo seguir”. Espera su juicio. En caso de que permitan tu presencia, sentirás cómo se alejan del lugar. Caso contrario, entonces esta búsqueda nunca fue tu destino.
Al final del camino espera un pilar de obsidiana. Encaramado de él verás una gárgola del mismo material, aguardando tu llegada. Sólo despertará al sonido de una pregunta: “¿Quién las hará perecer?” Una vez que estas palabras sean pronunciadas, la gárgola descenderá sobre ti, y sus alas te envolverán en las tinieblas. Allí se te mostrará la vida de todos los seres humanos como las estrellas en la oscuridad, y como las estrellas las veras destellar y morir. Por eones observarás la muerte de aquellos que te anteceden y aquellos que vendrán después de ti, y experimentarás su soledad mientras los ves morir, sintiendo cuán aislados estaban unos de otros.
Esto continuará hasta que tu cordura se rompa o quede una sola luz. Y así, la gárgola dirá: “No está en mi revelar tu fin, y no es lo que buscas”. Estas palabras se harán eco en tu cabeza hasta el día en que la búsqueda se complete. Una vez más debes cerrar los ojos; mantén tu mirada en la luz restante y la gárgola te devorará. Al cerrar los ojos sentirás como si te lanzaron a través de dimensiones, girando sin parar hasta que la tierra firme sea sólo un vago recuerdo. En ese momento serás lanzado a un suelo de piedra, y será como nacer una vez más, como si volvieras a la luz después de eternidades de oscuridad.
Y una vez que abras los ojos te verás en un gigantesco y deslucido salón de baile, con su agrietado suelo de mármol cubierto de hojas muertas. En el lejano extremo de la sala verás una luz, llamándote. A medida que avances hacia ella podrás divisar algo colgado en la pared: un oscuro escudo decorado de símbolos macabros, aparentemente vivos y palpitantes. Sólo debes tomarlo de la pared para hacerlo tuyo.
En el momento que el escudo sea retirado de la pared, estarás de regreso en la recepción, donde el empleado te estará mirando atentamente. Él sabe lo que has iniciado y te odia por ello.
El escudo que tienes en tus manos es Objeto 41 de 538. Reza para que te proteja de lo que está por venir.